De principio a fin, el entorno de El Mono Jojoy giró siempre alrededor de la grandeza, lo cual se evidenciaba hasta en sus más pequeñas acciones.
Por Gabriel Ángel
En el afán porque los guerrilleros se alimentaran bien, El Mono no escatimaba esfuerzos. Durante la vigencia de la zona de despeje del anterior proceso de paz, en los campamentos ubicados de camino al casco urbano de La Macarena, tenía organizados criaderos de peces, fundamentalmente cachamas, con el propósito de enriquecer el menú de las comidas consumidas por los miles de guerrilleros distribuidos en la zona. Su ingenio no desaprovechaba esa empresa, para transmitir además la idea de que las FARC éramos capaces de alcanzar grandes cosas.
En ocasiones, unidades guerrilleras pescaban enormes especímenes de cachamas en el río Guayabero, las cuales le llevaban vivas con evidente alegría. El Mono las hacía echar en los pozos destinados a criaderos, con el aparente fin de que crecieran y engordaran aún más. Si una personalidad nacional o extranjera, en el desarrollo de los contactos derivados de los diálogos del Caguán, era invitada a ingresar en alguno de esos campamentos, el Camarada disponía que de manera naturalles exhibieran esas cachamas como si fueran producto de la cría.
Después se reía divertido de las expresiones de asombro y felicitación expresadas por los sorprendidos visitantes, que no terminaban de creer lo que veían sus ojos. Por encima de la inocente broma, era fácil comprender que aquellas cachamas giganteseran en realidad un reto para él, y que ya tenía fija en su mente la idea de producirlas de igual tamaño en los pozos guerrilleros. En él todo era así.Pollos y gallinas crecían por millares en galpones bien organizados, para que tampoco faltaran la carne de ave y los huevos.Hasta mandaba vender los sobrantes.
Desafortunadamente, el transporte en camionetas de estaca desde centenares de kilómetros por polvorientas carreteras destapadas, producía el efecto de desprender las yemas de los huevos, por lo que el negocio no prosperó. Pero sí creció hasta el hastío el consumo generoso de tortillas y huevos revueltos en los campamentos. Pese a ello, no había uno en el que El Mono no tuviera dispuesta un área para el levante de marranos, que se sacrificaban al completar ocho o diez arrobas, añadiendo también esta carne a la del ganado vacuno que crecía en las sabanas anexas.
Enel campamento que se llamó Piscinas por su gigantesca represa,llegaron a concentrarse hasta tres mil guerrilleros. Como muchos otros, se trataba de una completa instalación en la que nunca faltaba el agua, la luz, el alojamiento, los transportes, la economía, la logística de armas, comunicaciones, salud, educación, propaganda y la buena alimentación. El Mono organizaba y materializaba aquello mediante una planificación rigurosa y bajo un orden impresionante, sin que transcurriera mucho tiempo entre la concepción de la idea y su realización práctica.
Y lo hacía al tiempo con un tren de actividades diarias que no le dejaba un minuto libre. Se lo veía levantarse varias veces en la noche a atender correos y personal que llegaba de fuera, para volverse a acostar sin molestarse porque más tarde apareciera algún otro mensajero. Y sin embargo, a las dos y media de la mañana ya estaba de pie, cuidadosamente afeitado y bañado, dedicado a estudiar al menos una hora diaria, antes de que llegaran los mandos de cincuenta o más unidades cercanas a la infaltable reunión general de todos los días.
Cuando a eso de las cinco y media, atendidas todas las novedades y problemas de las distintas unidades, los mandos comenzaban a dispersarse, procedía a celebrar rápidas y ejecutivas reuniones con algunos de ellos a objeto de despachar asuntos puntuales. Inmediatamente salía a desayunar y alistarse para recibir el parte general en formación, asunto que siempre consideró de importancia cardinal, y momento que aprovechaba para informar de asuntos importantes o emitir órdenes generales relacionadas con el orden del día y los trabajos.
Eso cuando no era que las camionetas encendidas y calentando motores lo esperaban al terminar la reunión, para embarcarse con sus escoltas en ellas y salir a velocidad impresionante por las interminables carreteras de las sabanas del Yarí, a atender asuntos relacionadas con puentes y vías en construcción, conferencias o maniobras en uno u otro curso de comandantes, artillería, salud, fuerzas especiales, organización política u otra materia, entrevistas acordadas con Manuel Marulanda Vélez, otro miembro del Secretariado o algún personaje importante.
Antes de la hora del almuerzo ya estaba de regreso de nuevo a su sede, sin importar que hubiera tenido que trasladarse cien kilómetros de allí en cumplimiento de sus tareas. No era sino bajarse de los carros y ya estaba asumiendo otras labores, como reuniones para acordar planes de acciones militares o celebrar balances de las ya realizadas. En medio de ellas, o una vez terminadas, sacaba tiempo para recorrer a pie su campamento y verificar el adelanto de todos los trabajos, así como sostener conversaciones informales y fraternas con sus subordinados.
En ellas se enteraba de la mínima novedad que ocurría,al tiempo que celebraba con ruidosas carcajadas aquellas que le producían gracia.Esos rápidos acercamientos, en los que salía a flote un singularafecto y comprensión hacia sus tropas, le ganaban el cariño y la admiración de ellas. Sin que fuera a modificarse un ápice su exigencia disciplinaria, su rigor para imponer las sanciones reglamentarias en los mecanismos indicados. Se molestaba de veras al enterarse de conductas o procedimientos abusivos o indignos de la condición revolucionaria de algún combatiente.
La tarde se le iba también en uno y otro trabajo. Hasta sus almuerzos se convertían en reuniones ejecutivas. Solía convidar a aquellos con los que tenía alguna cuestión pendiente, que a su juicio podía solucionarse de modo rápido en el intercambio de opiniones de la merienda. Si en la mañana, por obra de sus compromisos de trabajo, no había podido reunirse con los integrantes de las unidades de su guardia, no dejaba de sacar un espacio en la tarde, o en la hora cultural de la primera parte de la noche, para dictarles alguna conferencia o estudiar un material con ellos.
Pese a las enormes diferencias en las circunstancias, terminada la zona de despeje y lanzadas contra las FARC todas las iras de los planes Colombia y Patriota, el Mono nunca se apartó demasiado de su esquema de trabajo diario. Ni siquiera en las largas y duras marchas que implicaban los desplazamientos de la guerra. Tras caminar durante 7 u 8jornadasabriéndose paso en la selva, ordenaba detenerse en un lugar para descansar por dos o tres días. Entonces, en a lo sumo tres horas, eran levantadas bajo su orientación verdaderas ciudadelas guerrilleras.
Y por esos cortos días volvía a vivirse la vida de un campamento estable. Con la diferencia de que se incrementaban mucho más las seguridades. Varias avanzadas y exploraciones permanentes se encargaban sin excepción de esperar o descubrir al enemigo. Y no había sonido, trillo o movimiento extraño registrado por algún combatiente, del que no estuviera pendiente El Mono, presto en todo momento a suministrar el más contundente recibimiento a la patrulla del Ejército que se atreviera a penetrar hasta sus lugares de estación.
Porque lo preparaba todo de manera minuciosa. Pensando en grande, en propinar al Ejército golpes fuera de serie. Cada una de las compañías móviles que se movía a su lado tenía una misión precisa, un flanco, un armamento, una tarea de combate. Los desplazamientos y maniobras que cada una debía ejecutar, los explosivos que debía usar, la resistencia que le correspondía hacer, formaban parte de un plan mayor, de paulatino cerco, de aniquilación final. Los mandos militares siempre lo supieron. Por eso temían atacarlo como quisieran.
Al Mono Jojoy no podían enfrentarlo por tierra, porque había concebido en su mente un modelo operativo de resistencia guerrillera en grandes unidades. Una manera de librar la guerra irregular que desconcertaba por completo a los expertos del Pentágono. Si intentaban cercarlo y arrinconarlo en grandes operaciones, varias de sus compañías móviles se dispersaban en comandos que paralizaban las enormes patrullas con la sorpresa y rapidez de sus ataques, mientras el grueso de las fuerzas al mando de El Mono se esfumaba del terreno.
Para esperar pacientemente, un poco más allá, que alguna de grandes unidades enemigas, separadas de las otras, se ubicara en el punto ideal para ser copada. Una posibilidad que conocían con certeza los generales norteamericanos y colombianos, y que les hacía correr un sudor frío por la espalda. Por eso preferían los bombardeos, uno tras otro. Y cada vez el uno más grande e intenso que los anteriores. De ese modo se llevaron al Mono. Con la más grande operación aérea jamás ejecutada sobre el suelo colombiano. Siendo quien era, habría sido imposible de otro modo.
Así no lo reconozcan, los hechos posteriores han demostrado su error. El Bloque Oriental de las FARC supo recibir el golpe con la misma serenidad con la que Mono recibía las malas noticias. Todo ese cuerpo de mandos, toda esa inmensa ola guerrillera entendió que el camarada Jorge, enfermo y disminuido físicamente, había decidido partir para inspirar desde el lugar donde jamás el enemigo podrá alcanzarlo, la lucha de todos ellos, sus continuadores. No hubo rendiciones ni deserciones masivas. Simplemente relevos y juramentos de vencer. De nueve mil Monos nuevos.
Montañas de Colombia, 22 de septiembre de 2012.
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Seu comentário somente será publicado se estiver dentro do contesto desta publicação.